martes, 10 de enero de 2012

En la era del bochorno

Políticos, empresarios, académicos, soplatubos, incluyendo las grandes y también las llamadas editoriales independientes, continúan, se empeñan en su afán de decretar la extinción de la poesía. “Inservible”. “No vende”. Sólo lo vendible se hace visible. Importa. Lo demás, a la mierda. Por supuesto que a pesar de lograrlo, no lo van a lograr. El poeta seguirá siendo el muerto que escupe la paletada de tierra que le echan en la boca. La poesía, una palabra que nadie puede amarrar a la pata de su conveniencia; la barredora necesaria del excremento, el vuelo que lanza el escupitajo sobre la calvicie de la insensibilidad.

Un poema de Mario Santiago Papasquiaro (México, 1953- 1998)

Entró / digamos / de lleno en las espumas del eco
Tengo el corazón despedazado como 1 bisturí
véanmelo / pero no estoy hundido en el miedo
John Berryman

Solitario & desesperado
el pelo seco / el pene tieso
la risa afónica / sin onzas troy las bolsas
la fe de ayer: agua quemada
John Berryman mudo
incomprendido, intraducible & y suicidado
saltó de un puente
se lo tragó la niebla
el mismo enero en el que yo armoniqueaba
el lento ciempiés de mis primeros cantos
Plop plop / felpó un neurótico
cosmonahual de agallas
escribía su inglés pero bufando
Cero imitaciones
Que parodien a las vacas gordas los weight watchers
Este cabrón se la vivió como 1 carbón prendido
cerca del frío que le apretaba el ojo
Ignoro el sueño que se labró despierto
Llamó a esta vida envoltura de sándwich
& se arrojó como vómito
Sin un solo brillo que le calmara
le levantara la triste vista
A la caza quizás de paradojas rotundas
como empujando 1 canoa retacada de pájaros

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